Felices sueños. El futuro nos espera en la próxima parada

 


El 2021 se ha ido con sus episodios de horror y de pérdidas derivadas de la pandemia ocasionada por el COVID 19 y sus miles de muertes; pero la ilusión del fin o quizá la idea de que algo nos abandona constantemente, sobre todo cuando pensamos en términos de un calendario que nos enfrenta a esa suerte de tiempo inasible, implica también la fantasía de un inicio, como el nuevo punto de partida que puede permitir olvidarnos de lo terrorífico de este período, y conservar solo lo bueno, aunque estos signifiquen solo brevísimos archipiélagos de tranquilidad. Para detenernos así solo en aquello que hará que nuestros nuevos días resplandezcan, con sus atardeceres y noches… Y entender este pasado reciente como un breve accidente o como un hoyo nefasto.. que no obstante nos ha brindado la posibilidad de resistir. 

Así, aunque las celebraciones oficiales puedan resultar frustrantes e incómodas por su casi obligatoriedad, porque seguramente a casi nadie le interesa ser feliz por consigna, sobre todo si la realidad nos ha estado golpeando el rostro, día tras día, con toda esa crueldad y sus innumerables muertes. Podemos asumir esto solo como un referente que nos depare tiempo para agradecer a los que estuvieron cerca de nosotros; a veces a pesar de la distancia, para hacernos los días menos duros y más amables. Por lo que no nos queda sino asumir con cierta solemnidad las variables y posibilidades de celebración relacionadas a estas fiestas calendarizadas como días nacionales de connotaciones políticas y sociales, o los días espirituales que plasman los contubernios de poder entre el la Iglesia y el Estado ―festividades usufructuadas por un mercado que las ha convertido en orgías consumo de la solo pocos pueden formar parte.


Y para que las palabras no tengan el mal sabor de hacernos olvidar que en otros lares hay gente que continúa sufriendo ―como las desafortunadas víctimas de imperialismos intervencionistas y ocupacionistas diversos, que seguirán siendo ultrajados, asesinados y despedazados durante los fastos de este nuevo año―, para no mencionar solo a los sumidos en la tristeza tras haber perdido a alguien, o a las víctimas de esa pobreza casi consubstancial a las mayorías de los que habitan en el lado sur del planeta. Cabe decir que el arribo del nuevo año posee también dimensiones positivas, y no porque seamos devotos cristianos o creyentes del calendario gregoriano ―pues incluso San Agustín veía el tiempo como una distensión humana―, sino porque esta periodicidad alberga la contabilidad de los años solares de Occidente, en una era iniciada tras el nacimiento de Jesús que sería nuestro año cero. En tanto para Oriente estas fechas no significarían nada, pues el día de celebración del arribo del año nuevo se dan en otras fechas, pues los hebreos y chinos, por ejemplo, cuantifican años lunares y no calendarios solares como en Occidente, o los musulmanes, cuyo calendario se inicia el 16 de julio del año 622, fecha de la Égira o la huida de Mahoma de la Meca a Medina, tienen otra periodicidad.

De ahí que, aunque en apariencia la idea de un nuevo inicio sea ilusoria, su importancia como referente de renovación o como pretexto para sentir que empezamos un  nuevo período como cuando se habla del presupuesto fiscal para el 2022―, hace que la dotemos de esa emotividad que en algunos casos la hace especial. Es decir, siempre que las expectativas estén puestas en la idea de avanzar hacia nuestras utopías, utopías que resultan ser el único motor de nuestra vida en sociedad, se puede aspirar a marchar hacia buen puerto. Sobre todo para los que envidiamos esa cualidad de las serpientes de cambiar de piel para continuar renovándonos, sin las cicatrices que nos deja el paso de los días; o para los que queremos renacer con la ilusión de que un nuevo comienzo nos brinde la posibilidad de triunfar, para poder hacer de este, nuestro lugar en el mundo, un espacio mejor.

Antón Chejov  pensaba que si tuviéramos posibilidad de volver a nacer, y elegir como quisiéramos ser, nadie optaría por volver a ser el que ha sido antes, idea que en su obra adquiere matices obsesivos que la hacen genial. Sobre todo porque los tiempos difíciles, a veces, hacen que la gente se acostumbre al fracaso; y a pensar de que la suerte parezca que ya está echada, o que se tenga la sensación de que no se puede hacer mucho para cambiar las cosas, tal vez se pueda hacer algo para que las cosas sean menos injustas, y los poderosos no continúen abusando solo por diversión de sus víctimas, o porque les gustó algo que estas, en su pobreza, aún poseen, para despojarlos.

No obstante, creemos aún que no hay vida más bella, aunque dolorosa, que la de aquel que no transa, que la del que se resiste a pactar con un mundo enfermo, desquiciado y pervertido, que nos quiere hacer ver lo pavoroso e injusto como normal, y que en su estrategia de reproducción y repetición mántrica y massmediática (mantras como en la serie que Warhol hiciera sobre el hongo atómico, que para algunos podría incluso resultar bello) ha hecho del abuso, el robo y los genocidios un asunto normal y cotidiano.

En este sentido, hay un poema de Juan Gonzalo Rose denominado “Salutación” que podría referirse a los pueblos que durante estas fiestas continuarán siendo bombardeados sin importar que nosotros nos abracemos o nos deseemos la felicidad de un futuro mundo mejor; en poema sobrecogedor que dicta: “Año nuevo en la sangre de los asesinados. / Año nuevo en la sala de torturas / y en el ojo del hombre prisionero / donde un tiempo sin sol hace su nido. // Año nuevo en la mesa del tirano / y en la percha vacía del destierro. / Año nuevo en la madre y en el hijo / separados tan solo por un puente”.

"Salutación", un poema de JGR 
Las ocupaciones e invasiones siguen afectando a diversos pueblos del mundo en estado de ocupación y guerra permanente, en una economía también de guerra que continua asfixiando a naciones enteras, como en Palestina o en el Sahara, como espacios marcados por la muerte que no da tregua, y que seguirán sangrando a pesar de lo disparatado de nuestros buenos deseos. Por lo que este poema incluido en su libro Canto desde lejos, de 1957, Rose remarca: “No tienen año nuevo los pueblos como el mío: / será nuevo paisaje, pero la misma ausencia; / será pañuelo nuevo, pero la misma lágrima; / será nueva mortaja, pero distinta muerte”. Ubicados en un lugar en el que el futuro se presenta como una eterna condena, condena que solo se puede sortear efímeramente, bajo el calor y la miserable alegría del hogar y la familia, pese a que los sueños de país se estén yendo continuamente al traste, y no obstante: “violo el contrato con mi alma / y créceme en el pecho un abrazo tremendo: / feliz año, arbolito de mi calle, / feliz año, baúles de mi casa... // Que tenga feliz año / la sombra ya sentada de papá, / los sueños nacionales, / las gaviotas y el mar.”

Y quizá porque el desastre humanitario nos esté dejando mucho dolor y demasiada muerte, muchos se suelen preguntar ¿feliz qué? si aparentemente no hay nada que celebrar ni abrazar. Pero sabemos que nadie vive en el Paraíso, y aunque la vida de muchos se encuentren confinada en ese infierno colectivo que las guerras, las ocupaciones y las pérdidas que la infección virulenta nos está dejando, sabemos que el deseo de felicidad es solo un hecho aspiracional, que desear el bien no cura las aflicciones pero de alguna manera tal vez ayude a sentirse mejor; porque nadie sabe qué hacer para rebajar todo ese horror... Sobre todo cuando se sabe que, si bien se está condenado a convivir con los males, ese no es un pretexto para dejar de abrazar los sueños de liberación e insurrección en el mundo. Por ello Juan Gonzalo también se escribía: “Feliz año, dolor, / rabia del pueblo, / odio del justo, / cólera del santo; / feliz año, fusil: / enséñame a cantar los años nuevos”. Para decirnos con esto que las dimensiones del horror y del dolor pueden convivir también con todas las dimensiones de la rebeldía y la esperanza.

En este sentido, aprovechamos este pretexto renovador para desearles lo mejor, a todos los que de alguna manera han coincidido con nosotros en este intrincado y sinuoso camino del arte, la escritura, la cultura y la vida, para hacer con ello, que nuestros días y meses sean episodios menos duros y más amables. Y desearles también, que este nuevo año les traiga la posibilidad de que todos esos deseos, sueños y expectativas de un mundo mejor se cumplan. Y de paso desear que los sueños de justicia y libertad de las víctimas de los embates y crímenes del neocolonialismo imperialista se cumplan, además de desear que los anhelos de futuro de todos los desvalidos y olvidados de la tierra, se abran paso.


Por una América libre... en un mundo libre.

                                                                                                            Laberintos Suburbanos

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