Aniversario y balance. Una debilidad por las fronteras y los márgenes
La travesía de Laberintos
Suburbanos empezó un 2 de marzo de 2015, como un intento de inserción
a-estética en el informe espacio de todo lo despreciado, lo banal, lo críptico
y contaminado, como una apuesta en pos de una ilustración alternativa, cuya
razón luz, desde el principio optara por una suerte de visión tubular, visión
que tuviese como analogía, la noción de un centro negro o punto ciego, cuyos
márgenes iluminados, inmaculados, vayan abriendo la posibilidad de detenernos
en lo poco visible, como praxis de descentramiento de los focos de atención en
exfocos que permitan el desocultamiento de lo minoritario, de lo marginal, de
lo excluido, para abarcar así todas las variables posibles y pasibles de ser
relatadas, enunciadas e historiadas, como apertura hacia multiplicidades y
diferencias totalmente nuevas, o simplemente nunca antes vistas ni oídas; ya
sean políticas, antropológicas, sociales, sexuales, sub o paraculturales, pero
insertas en un espectro en el que lo que se desea elucidar o iluminar no sea lo
ya racionalizado, sino lo irracional, lo oscuro, apuntando a aquello que de
alguna manera podríamos identificar como antimainstream,
pero que no solo se detenga en lo contracultural, sino que en su espacio
abarque también lo bizarro, lo monstruoso, lo escabroso y amoral.
Por ello, desde el principio quisimos plantear la idea de
viaje como referente de circulación y lectura, en el que cada texto funcionase
como una estación o punto de parada y de partida en un intenso, extenso y aleatorio
desplazamiento cíclico, a la manera de un metro subterráneo o un mototaxi
suburbial, que obedeciera a una retórica incidental, insurrecta y errática;
desplazándose por los límites e intersticios de la ciudad. Por los laberintos
de una ciudad igualmente codiciada y despreciada; como una urbe formal, pero
marcada o asediada por la ilegalidad e informalidad de sus intersticios, fisuras
y márgenes, que como alter realidades, se presenten emergiendo desde las zonas
opacas u oscuras de la ciudad oficial. En un punto en el que la imagen central
o protagónica de Laberintos suburbanos
―imagen muchas veces cuestionada debido a lo que ha
representado―, se presenta como la metáfora efectiva de una postal
histórica-imaginaria, desde la que se va armando, a manera de rompecabezas, el
relato de las múltiples miradas de deseo, de desprecio y de resentimiento hacia
“Babilonia la grande”, pero vista o asediada desde sus márgenes, desde el ansia
talibanesca de un observador oculto, de un guardián en el centeno, de un
celador que observa alucinado la ciudad, pero solo para devastarla.
En ese contexto, la imagen de la ciudad añorada, es vista desde suburbia. Y es desde esa idea o imagen-símbolo, desde la que podemos entender el punto de partida y de llegada de Laberintos suburbanos. Un itinerario manifiesto desde una aspiración localista, pero determinada por una ambición cosmopolita: la de abordar ciudades en abstracto, hasta hacerlas a todas una, pero vistas o visitadas desde sus sedimentos, desde sus fragmentos, desde sus cinturones de miseria e ínsulas, hasta abarcar y comprender todas sus manifestaciones culturales, subculturales y contraculturales, incidiendo en una antropología del “no-lugar” (Marc Augé), para construir desde allí, un espacio-plataforma de abordaje y confrontación crítica sobre la ciudad, sus suburbios y laberintos. Abordando también la noción de “ciudades muertas”, pero vistas desde referencias distintas, asociadas a la idea de destrucción o desvanecimiento de la ciudad cosmopolita, violenta y posmoderna, para construir otra ideal.
Desde el principio esas han sido nuestras razones, sobre todo
porque irrumpimos en un momento que considerábamos crucial, insertándonos en un
contexto en el que experimentábamos lo que sartreanamente se ha evidenciado
como una suerte de náusea existenciaria; una sensación óntica e individual que
al ser traspasada a lo social, se fue convirtiendo en actitud sociopolítica. Presentándonos
cada posibilidad de canalización y diseminación de ideas como salidas nuevas,
como ensayos nuevos o vías de escape hacia posibilidades otras, posibilidades
que nos han ido proveyendo de pretextos para abordar y repensar discursos o
símbolos ubicados en los márgenes casi siempre invisibles y ausentes de la
ciudad, como (ex)centros de lo discriminado, de lo segregado, de lo
criminalizado por lo que hemos aprendido o se nos ha enseñado a conocer como
cultural oficial o real, para desdeñar otras posibilidades.
Por ello lo pensamos y asumimos la especificidad de estos discursos
―como signos foucaultianos de poder― y su exterioridad, desde donde aspiramos albergar y tolerar no
solo lo normalizado o domesticado dentro de los parámetros estéticos y
políticamente correctos de la sociedad, asumiendo que se discrimina y desdeña
todo lo que no puede entenderse o racionalizarse desde el interior de los prejuicios,
a manera de obstáculos epistemológicos (Bachelard), sino también el espectro amplio
de lo anómalo y marginal, en una suerte de exterioridad deleuzianamente rizomática
que va construyendo, a manera de enclaves, guetos o centros de concentración, archipiélagos
de otredad que van diseminándose en el interior “mismo” de la mismiedad; en una
geografía metropolitana que va adaptando sus necesidades a nuevos esquemas de control
y represión.
En este sentido, no obstante que parecemos habitar en un espacio
culturalmente democrático, normalizado, socializado y aséptico, solemos
encontrarnos con esos intersticios encubiertos, negados, desacreditados por su
impureza, su disonancia o su marginalidad simbólica, espacios segregados que son
los que resultan propicios para nuevas reflexiones y disquisiciones, desde sentidos
nuevos que podrían permitirnos un reabordaje, recreación o
clasificación-desclasificación de las diferencias, en eso que Jacques Derrida
entendía, en los Márgenes.., que
estaba más allá del texto filosófico ―o de cualquier texto en general―, en el que “no hay un margen blanco, virgen, vacío, sino
otro texto, un tejido de diferencias de fuerzas sin ningún centro de referencia
presente”, y que suele albergar racionalidades fronterizas que pendulan, absorben
y se articulan, no en el interior de un ethos
social, sino en el inter-espacio de múltiples ethos y conciencias, en territorios de recepción, creación y
enunciación, pero prestando atención a las zonas marginales o suplementarias de
la imagen-texto.
Es por ello que, luego de todo este tiempo, hemos querido presentar
esto como una posibilidad (ex)ótica, como un lugar de confrontación que irrumpe
en un entorno poco inspirador y delirante que está viendo emerger avatares nuevos
de fascismo y microfascismo, pero también nuevas formas de resistencia. Lugares
en los que atreverse, luego de un primer impulso que terminó por desarticularnos
(2015-2018), derivó en la posibilidad de hacernos reformular estrategias que se
fueron tornando más conflictivas y arduas, sobre todo si asumimos esto como
plan y plataforma aspiracional, en el deseo de ser o manifestarnos como contrapeso
asistémico, al proceso de descomposición y degradación social sistémica que desde
sus múltiples manifestaciones se viene repotenciando y normalizando en toda la
región.
En este sentido, así como hablamos del histórico fin de ciclo
de la izquierda latinoamericana, y del consecuente ascenso de sectores
retardatarios y ultraconservadores al poder, entendemos también que los desafíos
actuales se han repotenciado. Sobre todo porque este nuevo viaje no implica únicamente
asumirnos como ejes o soportes de pluralidad, o de una apertura hacia éticas y estéticas
alternativas, que, debido a su condición germinal o marginal, no solo no tendrían
espacio en el interior de los circuitos hegemónicos, sino que se les ha
combatido, reprimido y condenado en el interior de un espectro en el que la
negación solo ha resumido actitudes performáticas y pasivas, en las que la opción
por el NO, se presenta únicamente como distanciamiento de prácticas de
embrutecimiento desplegadas como política de dominación auspiciada por el mainstream cultural vigente; sino que la
consigna sea asumir la labor activa de ir más allá de lo estricta y estérilmente
intelectual, para impregnarnos así de estrategias socioculturales y políticas disidentes,
que estén relacionadas a una logística, pese a sus parcialidades, de frente
único que reaccione contra todo lo que se nos presenta como civilizacional y políticamente
abominable.
De ahí que, ante una lógica sociopolítica y cultural de
degradación social e individuación sicológica, ya no sea suficiente solo decir
NO; sino que se trata de lograr ―con nuestras prácticas cotidianas o
temporarias―, que cada vez menos personas opten por el SÍ, y que, desde
la negación ante una normalidad que percibimos como enfermiza, podamos aprender
a construir un futuro cada vez más integral y abierto. Y es por ello que, desde
nuestro planificado nomadismo, hemos querido ser un espacio-plataforma de
abordaje crítico, de análisis entorno a visiones enfrentadas sobre lo urbano,
lo cultural y lo subcultural. Desde visiones nuevas que canalicen elementos que
emergen desde las fisuras y extremos metropolitanos, desde las fronteras de la
ciudad amada y detestada al mismo tiempo, desde una urbe que parece reclamar
para sí una integralidad real, un mundo ―como decía sub-Marcos― en el que quepan muchos mundos, desde aquella noción de
apertura hacia multiplicidades y diferencias no visibles para abrazarlas como
propias.
Muchas veces hemos errado y otras pocas acertado. Pero en
nuestro descargo diremos que, pese a que nuestro objetivo ―visto en el manifiesto-exposición
de motivos―, como un ejercicio crítico, ha sido abordar, desde las referencias
de nuestra especificidad local, como asuntos globales, glocales, o nacionales,
los problemas ligados a los márgenes de esa mundialidad política, económica,
cultural, psicológica, ideológica y antropológica de las sociedades colapsadas
o en tránsito. Dinamizados por el hecho
de querer edificarnos como un espacio de reflexión y trabajo; abrazando, desde
aquella pulsión nómade que quisiéramos termine por caracterizarnos, la idea de
instituirnos como una plataforma que funcione, al menos aspiracionalmente, como
un observatorio de experimentación y terreno de experiencias, pero de efectos
colaterales en otros campos como el activismo, el artivismo y la confrontación
social. En ese sentido, como lo hemos escrito en nuestro manifiesto-exposición
de motivos:
“Laberintos Suburbanos: Espacio de
crítica, arte, activismo y accionismo, de encuentro y debate en torno a
manifestaciones culturales y materias artísticas marginales, minoritarias,
transgresoras, subterráneas e intersticiales; en el que la ciudad es abordada
desde sus fisuras, desde sus suburbios, desde sus fronteras y extremos
metropolitanos. A partir de una poética de lo banal, de lo marginal, de lo
trivial, de lo críptico, de lo fragmentario y lo contaminado. Más allá de esto,
Laberintos Suburbanos obedece a una lógica incidental, insurrecta, errática y
caprichosa, en la que circulan materias nómades, subalternas, aleatorias,
subterráneas, inestables, proteicas y marginales, como un observatorio de
experimentación y fábrica de experiencias, pero instalado en los límites, en
los intersticios y márgenes metropolitanos, a la manera de un celador, como un
cazador al acecho u observador oculto que mira alucinado la ciudad para…” (LabSub
2015)
Y es en este espectro en el que la mirada alcanza un rol fundamental
y constituyente, pues nuestras visiones sobre lo real-social, pero también las
suyas sobre lo virtual-emocional, terminan por plantear un tema que resulta aún
bastante difícil, pues entendemos que los fines relacionados a la asunción de
una estética del NO, asociados a un nomanismo no solo geográfico sino también
óntico, permiten, como mecanismo de búsqueda aspiracional de todo lo encubierto
o negado, que nuestros ejes funcionen como un espacio u observatorio de
experimentación y fábricas de experiencias minoritarias, marginales y
múltiples, pero de efectos colaterales en otros campos de la vida, un plataforma
u observatorio que tiene como eje de aglutinación a todo lo historiable y/o
clasificable, pero abordados desde una noción deconstructora, que asume su
debilidad derridariana por los márgenes.
De ahí que, en el interior de esta noción de “Aniversario y
balance”, queríamos parafrasear a José Carlos Mariátegui, y tomar nuevamente el
título del texto que él escribiera al “celebrar” el segundo aniversario de la
emblemática revista Amauta. Y decir
también que no se pueden entender la historia en otros términos que en el de la
duración, y que “No vale el grito aislado, por muy largo que sea su eco; vale
la prédica constante, continua, persistente. No vale la idea perfecta,
absoluta, abstracta, indiferente a los hechos, a la realidad cambiante y móvil;
vale la idea germinal, concreta, dialéctica, operante, rica en potencia y capaz
de movimiento” (Mariátegui 1928). Además de decir que nos esperan largas
jornadas de resistencia y participación urbana para evitar que la podredumbre y
el horror del pasado vuelva e intente arrebatarnos
nuestra casa, nuestra ciudad y nuestra patria, además del futuro de los que
todavía pueden soñar y creen que se puede refrendar la idea o posibilidad de
edificar, de construir algo totalmente nuevo con lo poco que aún nos queda.
Finalmente, no nos gustan las cosas tal y como están. Por eso,
siempre diremos que nos manifestamos en contra.
Fernando Cassamar
Laberintos Suburbanos (2019)
Espacio-plataforma de abordaje
crítico, desde las fisuras, fronteras y extremos metropolitanos
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